Las otras joyas de la Corona

Galería de las Colecciones Reales

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Abierta al público hace apenas tres meses en el recodo sin duda alguna más monumental de Madrid, justo a continuación del Palacio Real y su Patio de la Armería, la nueva Galería de las Colecciones Reales ha superado ya, y con creces, los 150.000 visitantes.

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Panorámica de Madrid con el Palacio Real en primer término y, abajo, a la derecha, el edificio de la nueva Galería de las Colecciones Reales.

Adscrita a Patrimonio Nacional, entidad de derecho público dependiente de Presidencia del Gobierno, exhibe 650 obras de todas las artes –si bien una de cada tres rotará cada cierto tiempo por motivos de conservación−, aproximadamente 400 restauradas en estos últimos años. Piezas muebles y obras de arte, consecuencia del coleccionismo de la monarquía española: tapices, armaduras, porcelanas, esculturas, bordados, pinturas, mobiliario, bronces, abanicos, carruajes, libros o joyas de las distintas épocas y estilos en boga durante los últimos quinientos años.

Obras encomendadas a maestros ya legendarios en el universo de los oficios artísticos, las artesanías y las artes aplicadas. Como, por ejemplo, el armero germano Wolfgang Grosscehedel; el tejedor bruselense Jacobo Vandergoten, a la sazón fundador de la Real Fábrica de Tapices; la irrepetible escultora e imaginera sevillana Luisa Roldan, La Roldana; el ebanista bruselense José Canops; o el platero madrileño Narciso Práxedes Soria. Una exigua muestra, sin embargo, de las más de 170.000 obras que de hecho embellecen, además del Palacio Real, cada uno de los complejos palaciegos designados como Reales Sitios y monasterios y conventos de fundación real.

Un fabuloso legado que, una vez más, Patrimonio Nacional gestiona, preserva, conserva y difunde con fines educativos, culturales o científicos. Además de organizar y gestionar actos, exposiciones, conferencias…, entre los múltiples desempeños del ente público figuran también el funcionamiento de los talleres de restauración y escuelas taller –relojes, encuadernación, guarnicionería, dorados, carpintería…−, o el montaje de la propia galería.

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Columnas salomónicas de 5,65 m. de altura, restauradas por Patrimonio Nacional, que reciben al visitante en la Galería de las Colecciones Reales.

El proyecto de la Galería de las Colecciones Reales

La idea de este centro museístico se remonta a la II República y a su propuesta de creación entonces del denominado Museo de Armas y Tapices, proyecto aprobado en un decreto en 1936. Paralizado por la guerra, en 1998 el Gobierno de España ratificó definitivamente su construcción. Los arquitectos Luis Moreno Mansilla, fallecido en 2012, y Emilio Tuñón, Premio Nacional de Arquitectura 2022, fueron los autores del proyecto de la recién inaugurada sede, que recibió nada menos que diez premios de arquitectura, nacionales e internacionales, antes de su apertura.

En sus dos salas de dedicadas a las colecciones estables de las dos grandes dinastías reales que han ceñido la corona de España: la casa de Austria y la de Borbón −cada una compartimentada por reinados−, se pueden contemplar además tanto los vestigios de la muralla árabe hallados durante la construcción de la galería o un espacio dedicado a la música, disciplina muy presente en la corte española ya desde la Edad Media.

La enorme sala de exposiciones temporales de 1.300 m2 presenta, hasta el próximo junio, ‘En movimiento. Vehículos y carruajes de Patrimonio Nacional‘ y ‘El Cubo‘: espacio que invita a una inmersión en una proyección de 360º de los diferentes Reales Sitios, evocando las ‘jornadas reales’ o estancias de la corte borbónica en ellos: Aranjuez, en primavera; La Granja, en verano; El Escorial, en otoño; y el Pardo y el Palacio Real, en invierno.

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En primer término ‘Coche de concha’, en la exposición temporal ‘En movimiento’.

En cualquier caso, ‘En movimiento’ despliega medio centenar de piezas, incluidas siete carrozas –en particular, una grand carrosse negra de lujo, con caja de madera ebonizada, tallas barrocas y ventanas acristaladas−, una silla de manos y otros artilugios únicos. Más allá de su valor histórico, los carruajes y carrozas −reflejo del poder de la monarquía− presentes, algunos aún en uso en actos oficiales como la presentación de cartas credenciales de nuevos embajadores, reflejan la calidad y refinamiento estético de diseñadores, ebanistas, herreros, guarnicioneros, tapiceros o doradores que intervinieron en su construcción. Como la berlina dorada del XVIII; el landó de bronces, el coche de caoba o el de la Corona Real (1829-1833): una berlina de caoba de gran gala y un auténtico trono sobre ruedas.

La sala de los Austrias incorpora, además, otro espacio dedicado a los cenobios fundados desde la Edad Media por las mujeres de las familias reales. Incluye, entre otros, textiles medievales de Las Huelgas (Burgos); o un tapiz de Rubens, de Las Descalzas, encargo de Isabel Clara Eugenia, soberana y gobernadora de los Países Bajos, hija de Felipe II e Isabel de Valois. El itinerario concluye con Carlos II, monarca que ordenó en su testamento que todos los bienes que hermoseaban los palacios se vinculasen de forma permanente a la Corona de España.

Ya en el hall de la sala dedicada a los Borbones queda de manifiesto el cambio radical en los gustos y usos respecto a la dinastía que le precedió. La austeridad da paso a sedas, bordados, mobiliario, y todo tipo de ornato decorativo que enriquecieron cada espacio del Palacio Real, o Palacio Nuevo, tras el incendio del viejo Alcázar en 1734; y del Palacio y jardines de La Granja. Entre las piezas del área reservada a la música, sobre todo de los siglos XVIII y XIX, figuran un piano armario de cola vertical, de Francisco Flórez; un piano de cinco octavas y teclado de marquetería; o una exquisita arpa francesa.

Además de una oportunidad única de contemplar de primera mano estos tesoros de excelencia en cuanto al oficio, a lo largo de todo el itinerario, la galería pone a disposición del visitante un completo abanico de recursos de información y comunicación −pantallas, audiovisuales de animación, folletos…−, que complementan la visita. Y todo en un escenario arquitectónico tan sobrio como elegante, que consigue sin duda realzar la dignidad de cad uno de los objetos expuestos.

Un reportaje de Miguel Bertojo.