Michal Puszczyński
Docente en dos facultades de Wroclaw, Cerámica y Vidrio, y Escultura, Michal Puszczyński (Kedzierzyn Kozle, Polonia, 1976) no ha cesado de modelar, erigir o alzar esculturas e instalaciones con la cerámica como soporte de expresión. Así lo atestiguan un buen número de colecciones, tanto públicas como privadas, en todo el mundo.
Puszczyński fue uno de los protagonistas de la última edición de Cerco con su residencia en el Taller Escuela Cerámica de Muel, dependiente de la Diputación de Zaragoza. La pieza escultórica alusiva a la orografía de la villa, que materializó en sus instalaciones, en colaboración con los alfareros de la institución, forma parte ya de su fondo. Su avidez por saber sobre las artes y oficios ligados al barro −siempre dispuesto a ampliar su bagaje− y su afán por investigar métodos, prácticas o usos locales, definen su forma de ver la cerámica y el mundo.

Así desvela Puszczyński las claves de un trabajo sostenido durante casi tres décadas y su trasfondo teórico. Mi trabajo siempre ha estado ligado a la naturaleza, mi fuente de inspiración, con un propósito: trasladar sus procesos a objetos tridimensionales con parecidas formas, tan abstractas como enigmáticas, precisa. Igual que la naturaleza ha originado formaciones rocosas, mis esculturas presentan también grietas, hendiduras o desgarros, revelando incluso estructuras semejantes a las de células seccionadas, que sin duda destilan alma, intuición, espontaneidad…
Esa conexión con la naturaleza concierne tanto a los materiales que utilizo, arcilla sobre todo, como a los procesos de transformación. Como ‘prima materia’ que es, el barro y, por supuesto, sus atributos están estrechamente relacionados con los comienzos, con nuestros cuerpos y con toda la vida en general. He tratado de asociar así a las artes cerámicas con todas las cosas materiales, describe.

Empleando arcillas, tierra, cemento u hormigón, las formas orgánicas de Puszczyński evocan de hecho emociones y procesos que conciernen a todo lo material. También he incorporado madera o metal, pero se trata de elementos extra, complementarios de algún modo. Los materiales cerámicos me remiten a lo más primario o esencial, desgrana.
Por otra parte, los objetos degradados, devastados y, quizá, a pocos segundos de su total desintegración siempre me han fascinado. Esa atracción refleja mi creencia de que, tras la destrucción y desaparición, todo comienza de nuevo. Es, si acaso, un soplo de esperanza en el eterno renacer de la vida.
Y así, en Muel he tenido la oportunidad de recorrer su entorno natural e intuir un pasado remoto en su orografía. Sobre todo al hallar restos de sílex que quizá, en épocas prehistóricas, sirvieron para elaborar herramientas o instrumentos primitivos para distintos propósitos; y, probablemente, les permitieron intuir la noción o el concepto de arte −aunque de forma incipiente−, a medida que iban perfeccionando el uso del lenguaje. Me interesa esa posibilidad de retornar a lo primario y, por tanto, al origen del acto creativo. He conocido gente magnífica y el balance no solo es positivo sino, sobre todo, tremendamente inspirador. Y mis futuros trabajos seguro que lo reflejarán, estoy seguro. Volveré, no tengo la menor duda.

¿Y cómo armoniza Puszczyński su faceta pedagógica con la de creador? Confieso que, a menudo, me resulta difícil combinar ambas realidades. Cuando enseño, trato de que los estudiantes comprendan métodos y procedimientos, mostrándoles lo importante que es conocer los materiales y el valor de los oficios. Es importante conocer ese valor para transformar los materiales y concretar así, sobre todo en el plano escultórico, la idea que hayan concebido previamente, describe.
Pero una vez que todo está claro, suelo invitarlos a que lo olviden y que cada cual trate de visualizar qué es importante en su relación con el mundo y por qué. Es como mirarse en el espejo, con un propósito: que el arte que atesore cada cual sea el reflejo de lo que es –hablo de su acervo, bagaje, formación, pensamientos…−, y que ordene ese puzle para que el acto creador se materialice. En cualquier caso, es importante el valor del cómo y, por tanto, el de los oficios, afirma en tono de advertencia.

Personalmente, no entiendo ese afán por diferenciar las artes que denominan ‘mayores’ –escultura, pintura…−, de las ‘menores’, los oficios. Conozco a buenos artistas, con habilidades técnicas y sin ellas, y a otros tantos buenos artesanos que son sin duda genuinos artistas en sus respectivos oficios. No veo diferencia. Sí quizá la haya para ciertas instituciones, o a efectos administrativos, sencillamente porque les interesa: ya sea para establecer niveles o separar disciplinas y que el empeño por clasificar resulte más fácil…

Sobre la convergencia de disciplinas, en uno de sus proyectos Puszczyński convirtió sus esculturas en lienzos, interviniendo de forma tan impulsiva como enérgica: Me sorprendió la expresividad del resultado, contrapuesta si cabe a los procesos de creación cerámica, mucho más pausada. Acciones como cepillar, gotear o arrojar engobes remiten a la pintura gestual, a los orígenes de la propia pintura. Ya no pienso en las categorías habituales a la hora de crear artefactos. Mis obras son la consecuencia de determinados procesos y el resultado de mis reflexiones e intentos por materializar las transformaciones que experimento al desentrañar un problema creativo.
Aunque su enfoque sobre la creación artística ha evolucionado con los años, no espero que todo el mundo entienda mi trabajo: a menudo ni yo mismo lo entiendo hasta que, poco a poco, se materializa… Sí me interesa cómo lo interpreten los espectadores o cómo perciben el contexto. Pero el hecho es que hago lo que me gusta y es un viaje que emprendí hace tiempo ya, concluye.
www.instagram.com/michalpuszczynski
Un reportaje de Miguel Bertojo.