Los oficios no podrían estar ausentes a la hora de coronar una de las torres clave de la Sagrada Familia de Barcelona, la obra magna de artesanía del gran Antoni Gaudí. Su protagonista, David Gibernau (Mataró, Barcelona, 1959), no es un experto en modernismo ni en el propio Gaudí, pero sí es un artesano del vidrio, desde los 16 años hasta hoy, afirma con orgullo. A su saber incorpora una envidiable actitud respecto al oficio y las dificultades que siempre surgen en su desempeño, y otro valor singular: su sentido del humor.
La actividad principal de su empresa, ‘Tot Vidre Gibernau’ es sin embargo el vidrio plano. Somos especialistas en fundir vidrios de gran formato. Hasta hace nada, teníamos uno de los hornos de fusing más grandes de Cataluña, 1,80×2,80 m, con el que hacemos vidrios curvos, texturizados… Hacemos prácticamente de todo cuanto tenga que ver con este soporte tan versátil, con una excepción: el vidrio soplado.
Curiosamente, su padre, Joan, además de mi maestro, era soplador en el Horno del vidrio de Mataró. Cuando hacía horario nocturno, siendo yo un crío, le llevaba cada día la cena al trabajo. A veces me pasaba la caña para que soplase: le ponía tanta convicción, ¡que la burbuja acababa hecha confeti! El vidrio está, por tanto, en mi ADN… Aun así, quise ser informático, pero acabé en el vidrio porque me pilló la crisis de principios de los 80 y no me quedó otra opción que ser aprendiz en el taller que mi padre tenía con otro socio.
Tras cumplir la mili, el hecho es que no congeniaba con él y le dije a mi padre que me iba a instalar por mi cuenta. Entonces él rescindió la sociedad y montamos la empresa, a la que más tarde se unieron mi madre, mi hermana o mi exmujer. En estos momentos, estamos mi hermana −al frente de la administración−, dos trabajadores y yo. Éramos nueve, pero esta última crisis… Me he especializado en cosas poco habituales o raras, que los demás no hacen. Cuando alguien no sabe qué hacer, me buscan por internet y yo me ocupo…

La Sagrada Familia, los detalles
Una de esas encomiendas insólitas ha sido la estrella de la Sagrada Familia, formada por 123 piezas planas aunque con textura, siguiendo las pautas que nos dieron: que los vidrios fueran orgánicos, que no se repitieran; que tuvieran texturas más o menos complejas o que captaran la luz… Con esas premisas iniciamos un proceso gradual de investigación –que es como normalmente abordo retos así− y obtuvimos muestras pequeñas que el cliente fue refrendando, hasta que consideraron cumplida su previsión.
Es decir, con sus especificaciones, pero con las limitaciones técnicas que ha tenido el asunto. Siempre encontramos una solución: soy muy cabezón y no me importa hacer mil pruebas. Pero, eso sí, necesito que el encargo sea un hecho: no hago pruebas por hacer… El arte por el arte, no. Son procedimientos que se pueden dilatar y no me compensa. Mi padre sí tenía esa impronta artística y le gustaba crear. No siento esa necesidad, excepto en momentos puntuales.
La estrella, de doce puntas, tiene una envergadura de 7,5 m de diámetro de extremo a extremo, pesa 3,5 Tm y encierra nada menos que 1.000 kg de vidrio. La estructura es de acero inoxidable, diseñada, calculada, resuelta e instalada por Lafarge, una empresa de ingeniería francesa. Hemos participado en tres empresas del sector: ‘Cricursa’, especialistas en vidrio curvo; ‘Sevasa’, expertos en vidrio técnico satinado y grabado al ácido para usos arquitectónicos; y nosotros, ‘Tot Vidre Gibernau’, en el plano artístico.

El resultado final de los sucesivos tratamientos del vidrio que Tot vidre preparó es un sándwich de casi 20 mm de grosor que aguanta impactos de hasta 100 kg sin daños… Está todo calculado para que no haya riesgo alguno de rotura o se produzcan accidentes indeseables. Hay que reparar que está a 138 m de altura. Por eso se ve diminuta desde el suelo, se ríe, cuando es enorme. ¿La había previsto Gaudí en sus bocetos? La estrella es un símbolo mariano pero, hasta donde sé, creo que Gaudí no definió del todo si tendría 12, 20 o 100 puntas. Es una decisión, imagino, del arquitecto al frente de la obra, Jordi Faulí. A nosotros nos dieron prácticamente todo pormenorizado al detalle.
Una vez más, el encargo le llegó en forma de reto: si seríamos o no capaces de hacer un vidrio texturizado. Aunque la historia empezó años antes: con otro encargo que no era la estrella sino unas vidrieras para la torre de Jesucristo. Hablo de memoria, pero eran aproximadamente 1.500 m2 de vidrio… Doce de las 18 torres de la basílica están dedicadas a los apóstoles, cuatro a los evangelistas, una a la Virgen María y, la más alta, a Jesucristo, de 172 m, que estará coronada con una cruz de 17 m de envergadura.
Querían las vidrieras en fusing porque la nave basilical está si cabe saturada de vidriera emplomada. Era complejo y, además, presentaba muchos problemas potenciales. Incluso viajé a EE UU a la sede de ‘Bullseye’, la primera empresa de vidrio artístico del mundo tras la solución. Cuando presentaron el presupuesto se quedaron perplejos y le encargaron las vidrieras a una tercera empresa… En la Sagrada Familia, cualquier intervención precisa un ‘mockup’, o maqueta a escala real: cuando testaron su solución, ¡manifestó los problemas que había descrito! Finalmente, decidieron que fuesen transparentes. ¿El motivo?: resaltar el revestimiento de cerámica del interior de la torre.
Cuando se alcanza la excelencia en un oficio, es habitual recurrir a un maestro como David para restaurar o rehabilitar. “Sin embargo, hemos hecho sobre todo cosas nuevas. Cuando empecé a investigar con fusing y vidrio texturizado, no sé si por azar, fui socio fundador y primer presidente de la Associació Catalana de les Arts del Vidre (Acav). Tal coincidencia me abrió puertas del segmento industrial del sector.
‘Cricursa’ fue la primera empresa con la que colaboró, haciendo las texturas del vidrio que reviste el ‘Neuroscience Institute & Peretsman-Scully Hall’ de la Universidad de Princeton (EE UU), proyectados por Rafael Moneo. Tuvimos incluso que hacer hornos ex profeso de 4×2 m y preparar con éxito hasta tres hornadas en 24 horas. Fue todo un proceso hasta obtener economías de escala que hiciesen rentable todo el esfuerzo”.
Le siguió otra obra también de entidad: la galería comercial del hotel Pangu, de ¡siete estrellas!, en Beijing (China): más de 2.000 vidrios de diferentes tamaños componiendo un dragón. O los de ‘Enigma‘, el nuevo concepto de restauración de Albert Adrià. Esta obra fue definitiva para que los arquitectos de la Sagrada Familia se decantasen por nosotros para hacer la estrella.
De algún modo, ‘Tot vidre’ se ha especializado en usos para arquitectura o interiorismo. Aun así, son encargos esporádicos. Nuestro día a día es más prosaico: un espejo para un domicilio particular… De lo que estoy más orgulloso y, paradójicamente, no se trata de algo rimbombante sino del Crist del Fluvià, de Bàscara (Girona): quizá el único retablo de vidrio, de 8,5×6,5 m, que hay en Europa, basado en un original de Josep Ministral, pintor y escultor ampurdanés. Es impresionante la vida que le dan sus 47 vidrieras al templo. Y una vez más, la disposición de David para abordar retos que muchos antes habían rechazado fue clave: Lo mío son las soluciones, como el profesor Franz de Copenhague del viejo TBO.
Un reportaje de Miguel Bertojo.